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Relato Travesti Bia Spencer - Reencuentro con Bia Spencer


RELATO TRAVESTI: Bia Spencer - Reencuentro con Bia Spencer

Autor: Badmotor2008

Bia ha vuelto. Ella misma confirmaba la noticia en su carpeta hace unos días. Sorpresón. Su estancia en Brasil se me ha hecho demasiado larga. Además, al comprobar que trabajaba de escort en su país, llegué a pensar que no regresaría a España. Afortunadamente, estaba equivocado. Pero ahí no acababa la cosa. Tras su fugaz paso por Madrid, regresaba a Mallorca para celebrar su cumpleaños. Sonaba tan bien que parecía mentira.

Mis antecedentes con Bia son dos encuentros sensacionales en verano de 2013, la última vez que estuvo en Mallorca. Por ahí andan ambos relatos. Por aquel entonces, yo daba mis primeros pasos con chicas trans y ella era el deseo de muchos de los que escribíamos por aquí. Bia me abrió las puertas del placer. Aquellas dos experiencias me marcaron. Las recuerdo perfectamente. Por eso tenía tantas ganas de volver a disfrutar con ella.

A mitad de semana, marco su nuevo número de teléfono. Quería conocer sus planes inmediatos. Me identifica antes de que le diga quien soy. Primera sorpresa. La conversación es fluida, como si no hubiera pasado el tiempo. Las buenas sensaciones que recordaba siguen ahí. Le digo que en los próximos días la llamaré para concertar una cita. Me encanta volver a escuchar su voz.

Día D. Hace dos días. Segundo viernes de junio. Contactamos a primera hora de la tarde. Nos citamos en poco más de una hora. El piso, lo conozco. El mismo en el que estuvimos la otra vez. He estado con otras chicas brasileñas ahí. Salgo de casa, aseado y recién duchado. Llego a la zona con tiempo. Me doy un paseo. Cuando pienso que estoy a punto de volver a estar con ella, me pongo nervioso. Intento calmarme y pienso en otras cosas. A la hora exacta, marco su número desde el portal. Me abre y subo en ascensor. Espero unos segundos en el rellano, sin tocar el timbre. Escucho ruido de tacones acercándose a la puerta. Me abre y su femenina voz me invita a entrar. Atravieso la puerta, me giro y ahí está ella, guapísima.

Dos besos y sonrisa de bienvenida. Lleva un vestido negro corto, muy ajustado a sus curvas. Hacia arriba, no sobrepasa de sus pechos. Es decir, deja sus hombros a la vista. Botas negras con tacones de aguja. Me recibe maquillada. Pelo liso y suelto. Viene directa de la peluquería. Uñas naturales sin pintar. Me encuentro a una Bia tan guapa como recordaba. Más estilizada, diría. Se aprecia en sus recientes sesiones fotográficas, “gatita mimosa” y “diablita sexy”. En ambas está impresionante. Y se confirma en su última sesión, la de los conjuntos “negro-fucsia” y “negro” de sus nuevas fotos del catálogo. En persona, mejora. La misma impresión que sentí el día en que la conocí, hace ahora tres años.

Me conduce hasta el cuarto. “Ponte cómodo”... me dice. “¿Quieres algo de beber?”... pregunta. Pido agua y sale a buscarla. Me quito los zapatos y espero. Cama grande en el centro. Hay una cruz de castigo en la pared que hay a los pies de la cama. A su lado, un espejo grande. La iluminación es buena. Lo agradezco. Espero sentado en el borde de la cama. Bia regresa y empezamos a hablar. Todo fluye pero estoy nervioso. Ella está buenísima y su presencia impone. Además, la excitación del reencuentro está ahí. Según vamos hablando, me voy tranquilizando. Tras conversar sobre nuestras cosas en general, desviamos el tema hacia el encuentro de hoy. Por teléfono le he dicho lo que quería. Aún así, le recuerdo por encima como fue nuestro primer encuentro, el más cañero de los dos. No me gusta hablar mucho antes de una sesión. Prefiero marcar dos o tres pautas y que la chica me sorprenda. Bia también lo prefiere así. Además, le sobra imaginación. “He preparado varias cosas para ti”... me dice. Entre los objetos que hay en la mesilla, veo un látigo de tiras de cuero, varios consoladores, pinzas, una máscara de gato, lubricante y condones. Me gusta lo que veo. Arreglamos el tema económico y Bia sale momentáneamente del cuarto. A su regreso, comienza la sesión.


I. SUELO.
“Quítate la ropa”... me dice. “Te quiero desnudo del todo”... añade. Me pone la máscara. “Serás mi gatito y harás lo que yo quiera”... escucho excitado. “Ponte a cuatro patas, en el suelo”... ordena. Empuja las plantas de mis pies contra la pared que hay frente a la cama. Ata mis tobillos con cadenas a la base de la cruz de castigo. Justo después, inmoviliza mis muñecas con unas esposas metálicas. Mientras lo hace, me fijo en su paquete. Por debajo del vestido, veo un tanga negro con motivos dorados. En el centro del mismo, veo un bulto considerable. Me pone la sensación de quedar indefenso ante Bia. Se acerca con un plato donde hay arroz. “Levanta un momento las rodillas”... escucho. Elevo una y ella deposita un montón de arroz en el suelo. Hace lo mismo con la otra. El arroz que sobra, lo arroja sobre mi cuerpo. Apoyo ambas rodillas sobre los montones de arroz. “¿A que esto hace daño?”... pregunta retóricamente. Ciertamente, molesta. “Eres mi esclavo y haré contigo lo que quiera”... añade. Coge el látigo de tiras de cuero y empieza a azotar mi espalda. “¿Quieres comer polla?”... escucho. “Lo deseo”... respondo. Se la saca por el lateral del tanga y se sienta en el borde de la cama, justo delante de mí. La introduzco en mi boca. De momento, en reposo. Según chupo, siento como adquiere volumen. Crece poco a poco. Se quita el tanga y lo pone sobre mi boca. “Huélelo. ¿A que te gusta mi olor?”... pregunta. “Me encanta”... contesto. No solo huelo, saco mi lengua y chupo. “¿Echabas de menos mi clítoris?”... escucho. “Mucho”... respondo acercando mi boca a su polla. Me la trago entera, sintiendo que sus huevos contactan con mis labios. Depilación exquisita, salvo por el clásico mechón sobre su clítoris. Como estoy esposado, es Bia quien se encarga de meter su polla en mi boca cada vez que se sale. Ensalivo todo lo que puedo. “Mírame a la cara”... escucho. “Quiero que veas la cara de puta que pongo”... añade. El volumen que ha cogido su pollón, impresiona. Longitud y grosor. Lo tiene todo. Primeros problemas para tragármelo entero. Está empalmada del todo, apuntando al cielo con su característica curva hacia arriba.

“Como te has portado bien, te quitaré algunas cosas”... escucho. Libera mis tobillos y mis muñecas. Nos vamos al lateral de la cama. Misma posición. Bia, sentada en el borde de la cama; polla, dura y arriba del todo. Yo, de rodillas frente a ella, con ganas de seguir mamando. “Abre la boca”... me dice. Lo hago, acerca su cara y deposita su saliva en mi lengua. “Trágatelo”... ordena. Me encanta esto. Siento el calor de sus flujos entrando en mi garganta. Sigo comiendo pollón. Aunque en el cuarto hay aire acondicionado, no acaba de enfriar. Siento mucho calor. Empiezo a sudar y Bia se da cuenta. Sale un instante del dormitorio y regresa con un ventilador. Lo enciende apuntando hacia mí. En breve, dejo de sudar. Detallazo de Bia, parando la sesión al percatarse de que algo fallaba. Seguimos donde lo habíamos dejado. Retira la máscara que cubre mi rostro. Aparte de calor, reducía mi campo de visión. Mejor así. A cambio, coloca una pinza metálica en cada uno de mis pezones. Duele pero me mola. Suena extraño y contradictorio, pero es lo que siento. Aún hay más. “Aguanta tu polla hacia arriba”...me dice. Con un cordón negro, da un par de vueltas a mis huevos, lo estira y lo ata. Seguimos. Agarro su pollón, sintiendo toda su potencia en mis manos. Masturbo y devoro con ganas.



II. CAMA.
Bia se quita el vestido para estar más cómoda. Salvo por las botas, está desnuda. Sus bonitos pechos quedan a la vista. Tetas firmes y bien puestas. “Súbete a la cama y ponte a cuatro patas, en el borde”... ordena. Ella se pone justo detrás de mí, agachada a un lado de la cama. Abre mis nalgas con sus manos. No sé lo que pretende hacer. Y eso me excita. De repente, besa mi culo. Siento sus labios en mi raja. Y su lengua jugueteando en mi agujero. “¿Te gusta?”... pregunta. “Me encanta”... respondo yo. Me dejo llevar y disfruto el momento. Tras su espectacular beso negro, intercambiamos posiciones. Se tumba boca arriba en la cama y abre sus piernas. “Lame mis botas”... ordena. Aguanto sus piernas de gacela con mis manos y obedezco. Mi lengua recorre su tacón de aguja. “Creo que hay polvillo en la suela. Límpiala bien”... añade. Obedezco. Una mezcla de humillación y excitación invade mi cuerpo. “Muy bien. Ahora la punta. Quiero que la dejes reluciente”... escucho. Me esmero y lamo lo mejor que sé. Bia se da la vuelta, colocándose de espaldas. “Cómeme el culo”... ordena. Impresionante la visión de Bia desde atrás. Abro bien sus nalgas y obedezco. Debo hacer fuerza con mis manos porque sus glúteos tienden a cerrarse, dificultando mi objetivo. Meto labios, presiono con mi lengua y acaricio con mis dedos. Doy placer con todo lo que está en mi mano. Sobre todo, con mi lengua. Me excita sentir como abro su agujero, totalmente ensalivado, y voy ganando centímetros. Ella se pajea. Escucho sus gemidos. “Así, así”... dice empujando mi cabeza contra su culo. Por cierto, delicioso.

Se da la vuelta y se pone de rodillas sobre el colchón. “Ahora, a comer polla”... escucho. Sigue bien dura. Veo que Bia coge un consolador. Enfunda, lubrica y lo pasea por la raja de mi culo. Me penetra. Disfruto mamando mientras Bia, maestra del placer, trabaja mi culo. Me encanta sentir que emplea sus finos dedos. Y que me chupa con su hábil lengua. Y por supuesto, que usa sus juguetitos conmigo. El morbo es aún mayor cuando tengo el pollón con el que abrirá mi culo dentro de mi boca.

“Ponte boca arriba”... ordena. Eleva mi culo colocando varios cojines en mi espalda. Lubrica la zona. Me da un pollón de plástico para que lo chupe. Es gordísimo. Espero que no se le ocurra usarlo. De momento, me folla el culo con sus dedos, repartiendo lubricante por la zona. Enfunda un consolador de color rosa a base de bolas chinas. Lo introduce en mi culo. Entra y sale repetidas veces. “Te estoy dilatando el culo. ¿Verdad que te gusta?”... me dice.

Se coloca un condón. Ha llegado la hora de poseerme. Siento miedo, por su grosor. Y siento excitación, por las ganas que tengo de sentirlo dentro de mí. Entregado como estoy, abro mis piernas. Bia acerca su cuerpo al mío con su polla en la mano. Restriega su punta por mi agujero, juega con él. Empuja y siento una fuerte presión. Lo hace con suavidad. De primeras, parece que no entra. Pero ella insiste y rompe la resistencia de mi esfínter. Empuja y logra ensartarla del todo. “La tienes toda dentro”... me dice. Permanece quieta unos instantes. Empieza a follarme y siento el golpeo de sus pelotas en mi culo. Acelera el ritmo. Abofetea mi cara. Acerca sus labios y escupe en mi boca. Ser follado por Bia es una sensación única. No lo recordaba. Se emociona y me da caña. Al mismo tiempo, me folla la boca con sus dedos. Me desafía con su mirada. Y me pone muy cachondo. Mi polla está a tope. Me pajeo con suavidad para no correrme. Retira las pinzas de mis pezones de golpe, provocando un dolor agudo por sorpresa. La presión de las pinzas ha dejado mis pezones hipersensibles. Los miro y veo una marca roja alrededor de las aureolas.

“A cuatro patas”... ordena. Me voy al borde de la cama. Bia me la clava, ya sin miramientos. Me agarra de las caderas y embiste con fuerza. Giro mi cabeza y veo nuestros cuerpos reflejados en el espejo. Me encanta verme enculado por Bia. Me da tan fuerte que no puedo evitar desplazarme hacia delante. Lo hago instintivamente. Bia se para. Arqueo espalda y elevo culo. Quiero que que siga taladrando. Vuelve a arrearme con ganas. No puedo con el ritmo de su follada. A cuatro patas y con activas dotadas, suelo sentir molestias. La herramienta de Bia es descomunal. Encima, tiene ganas de darme duro.



III. BAÑO.
Desata el cordón que rodeaba mis pelotas. “Vamos al baño”... escucho. Me desplazo a cuatro patas y siento sus pasos tras de mí. Entro en la bañera, excitado, y me giro. Permanezco agachado. Bia está de pie en el centro del baño. Exhibe cuerpo. Se insinúa, tocándose en plan lascivo. De espaldas, mostrando culazo. Y de frente, luciendo tetas y clítoris. Mi polla está arriba del todo. Me pajeo contemplando su espectáculo. Bia se acerca a la bañera polla en ristre. La mete en mi boca. La saca. Lamo su fresón. Su estado, semi-erecto, da pistas sobre lo que está por llegar. “Abre la boca”... ordena. Un primer chorro de líquido dorado inunda mi boca. Siento calor. Amarillo intenso es su color. Lo interrumpe. Paladeo y trago. El sabor es fuerte. Muy salado. Me gusta. El segundo chorro también va directo a mi boca. “¡Te gusta mi preciado líquido, eh!”... dice Bia al comprobar mi grado de excitación. Vuelve a cesar. “Trágatelo”... añade. Experimento las mismas sensaciones. “¿Crees que hay más?”... pregunta mi ama. “Espero que sí”... respondo sediento de sus jugos. Tercer chorro de oro líquido en mi boca. La lluvia por dosis resulta de lo más morboso. Además, de este modo nada se desperdicia. Tras tragármela toda, su intenso sabor permanece en mi boca.

Bia agarra su pollón y empieza a pajearse. Me encanta la expresión de su cara al hacerlo. La tiene bien dura. Acerca su rostro al mío y abro la boca. Una vez más, deja caer saliva sobre mi lengua. Saboreo y trago. “¿Quieres mi leche?”... pregunta. “Por supuesto”... contesto. “Pídela”... me dice. “Dame tu leche. La quiero en mi lengua”... pido excitado. Se da la vuelta. “Cómeme el culo”... ordena. Lo hago sintiendo la fuerza con la que se masturba. Mi lengua presiona su agujero con firmeza. Logra penetrar. Sus gemidos suben de intensidad. Grita cuando paseo mis dedos por su rajita, empapada en una mezcla de sudor y saliva. Busco su puerta trasera con ellos. “Así, así. Usa tus dedos”... suplica resoplando. Se da la vuelta con su pollón en la mano y lo acerca a mi cara. Abro bien la boca. Bia chilla y explota. A ritmo de sus espasmos, deposita toda su leche en mi lengua. La consistencia parece densa. Jadeando, exprime las últimas gotas con sus dedos. “Trágatela”... ordena una vez recupera el aliento. Abro bien la boca, enseño mi lengua y trago. En efecto, la corrida es densa. Muy caliente. El intenso sabor de su meada me impide apreciar el sabor de su leche. “Límpiala bien”... escucho. Introduzco la punta en mi boca y extraigo nuevas gotas presionando con mis dedos. Acaba de correrse y su polla sigue igual de dura. La meto en mi boca y me pajeo. “Pensaba que te correrías conmigo”... me dice. No es así. Sus palabras indican que se ha dejado llevar en el momento de su orgasmo, despreocupándose de mí. Me gusta que sea así.

Coge el teléfono de la ducha y me refresca con agua fría. Tras la intensa sesión, se agradece. Corta el agua. Bia intenta regalarme una nueva lluvia pero ésta no llega. En cambio, aparecen nuevas gotas de leche en su orificio de salida. “Uuummm. Limpia la leche con tu lengua”... ordena. Lo hago encantado. Se da la vuelta ofreciéndome su culazo. Esta vez, ella misma abre sus nalgas con sus manos. La postura resulta de lo más excitante. Meto lengua en su agujero y me pajeo. Ella vuelve a gemir. Me caliento más y más. Exploto. Justo cuando lo hago, Bia se da la vuelta para ver como me corro. “Tenías mucha leche”... dice al ver como está mi mano derecha. “Ya puedes ducharte”... me dice. “Espera, que aún no puedo moverme”... respondo. Tengo los músculos agarrotados. Necesito unos segundos. Bia sale del baño y me trae una toalla cuando estoy ya bajo el grifo.


Tras la ducha, regreso al cuarto. Me encuentro a Bia con su pelo recogido y una toalla alrededor de su cuerpo. Me tumbo en la cama y comentamos la sesión. Ha estado genial. Bia ejerce su dominio a nivel psíquico y físico. Encadena sus actos manteniéndote expectante y excitado en todo momento. Eso sí, me confiesa que se ha quedado con ganas de follarme más. Yo también deseo tenerla dentro de mí mucho más rato. Tendré que volver otro día. Me visto y me acompaña hasta la puerta. Nos despedimos con un pico deseándonos un buen fin de semana.

Así transcurrió nuestro tercer encuentro. Un placer seguir explorando con Bia. Ha vuelto y está en forma. Estamos de suerte.


Added on June 13, 2016 at 12:00 am

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